La mañana se aventuraba prometedora desde el mismo momento en el que montamos las bicicletas en el coche, no solo porque llegábamos tarde, a lo que ya el Club Vila Raiders está más que acostumbrado, sino porque ya salíamos de casa sabiendo que no teníamos permitido pinchar ninguna de las bicicletas que portábamos (no había ninguna cámara dentro de nuestro equipaje). El día amaneció soleado y perfecto para una ruta en bicicleta, en Cheles, y puntualizamos en Cheles, porque ya conocemos a sus gentes y porque ya tenemos la experiencia de que ir a Cheles es siempre un placer para nosotros. Nada mas llegar estaban dispuestas todas las indicaciones para poder acudir a recoger dorsales sin problemas, además en este caso, el club tenía ventajas pues allí estaba esperándonos Bernardo, como buen anfitrión, amigo y chelero de nacimiento , para darnos todo lo que podíamos necesitar.
Colocados los dorsales nos fuimos a lo que mas nos gusta a nosotros de las rutas que hacemos, los “ciclos mañaneros de desayuno” antes de la aventura deportiva. El pueblo estaba volcado en el evento y era de esperar que aunque el tiempo que teníamos para desayunar era bien escaso, fuera suficiente para engrasar nuestro estómago con unas migas, un café y un anís para hacer bien la digestión. Aquellas migas supieron a deseos de hacer kilómetros, y bien que nos fuimos acordando de ellas a medida que subíamos cada cuesta del recorrido.
Ya en la Plaza, olía a espíritu deportivo, fundamentalmente espíritu deportivo masculino, pues ya como es bien sabido, el ciclismo es un deporte donde aún muchas mujeres no se han adentrado a las maravillas de sus beneficios. Entre este espíritu masculino nos encontrábamos las féminas del club, decididas a afrontar la ruta con todas nuestras ganas y a disfrutar de los paisajes que nos brinda Cheles y el Gran Lago de Alqueva. Sabíamos que la ruta iba a ser complicada debido a las grandes lluvias de las semanas anteriores, pero también conocíamos que esto hacía que el campo estuviera en pleno esplendor, que quizás fue lo que hizo que el dolor y el esfuerzo de subir cada cuesta quedaba relegado a segunda posición al ver la belleza de los campos extremeños. Nada más salir, se nos mostró el recorrido que íbamos a tener durante los próximos 50 km, el lodo y el fango así como los grandes charcos de agua (que no me cortaré de decir que es lo que mas se disfruta de montar en bici, quizás debido a la gran prohibición a la que estamos sometidos/as desde pequeños/as para no pisarlos) se hacían hueco en la ruta.
Grandes llanuras de todas las tonalidades de colores (amarillo, blanco, verde, rosa...), grandes dehesas, grandes descensos y grandes cuestas, así como la presencia del Gran Lago de Alqueva han caracterizado esta magnifica ruta. La bicicleta no podía con más barro, este sería el título de la ruta si hubiera sido necesario caracterizarla. La ruta llegaba a su máximo esplendor cuando ya pasando el avituallamiento alcanzamos una gran colina donde se podía visualizar el embarcadero y los alrededores, ahí era necesaria la parada para hacer fotos e inmortalizar el momento, para que en las situaciones mas duras, no se nos olvide el porqué hemos elegido el deporte como una forma de vida, aire puro mezclado con sensaciones visuales que no se pueden describir, subida de adrenalina y aroma de felicidad. No necesitamos más impulso que este, para afrontar los kilómetros que nos separaban de la meta (esto y saber que nos esperaba una gran comida-matanza al llegar a ella).
Una vez inmersos/as en el ambiente de festejo no pudimos dejar de acordarnos de todos los amigos y compañeros del club que no habían podido asistir por diversas razones a la ruta. Lo bonito de las mismas es poder compartir sensaciones con el equipo y estas sensaciones sabíamos que iban a ser bien disfrutadas por todos ellos/as: cervezas, refrescos, excelente carne a la brasa, buena música y grandes risas. Sin duda alguna, esta es de las rutas que marcan y marcada por ello está ya en nuestro calendario del año que viene.